martes, 27 de enero de 2015

Tiempo por aquí

 
La semana pasada hizo un año que retomé este blog. Me acuerdo porque fue el 20 de enero, como una de tantas canciones chochis de la Oreja de Van Gogh. Llevo ya unos días pensando tengo que escribir, tengo que escribir, tengo que escribir y el tiempo se me escurre entre los dedos. ¿Dónde está el tiempo?, me preguntaba hace un año. Sigo sin tener mucho tiempo, pero al menos he conseguido en parte usarlo de otra manera.

Con lo rápido que se pasa, pronto hará dos años que llevo este ritmo insoportable. Esta semana se materializa el primer síntoma de agotamiento definitivo: voy a soltar lastre dando un respiro al alemán. Puede que dentro de unos meses me arrepienta horrores al ver que todo lo que he llegado a aprender se me va olvidando aún más deprisa, pero necesito coger aire de donde sea para poder seguir respirando.

Hace un año también escribía "Madrid me ha dado tiempo", y es que realmente se ha convertido en una especie de refugio. A falta de grandes viajes, Madrid ha sido mi válvula de escape, el lugar al que podía ir a olvidarme de mi angustiosa rutina y desconectar. Un día, tres o diez. Lo que no sabía cuando escribí esas líneas es que Madrid me acabaría dando mucho más que tiempo.

martes, 23 de diciembre de 2014

Highlights

Empecé el año fingiendo que todo iba bien. No quería arruinar la Nochevieja a mis amigos, pero fingir se me da muy mal. Como un velero sin vela, que no puede disimular que es la marea quien le arrastra. En 2014 cobró más fuerza que nunca lo de año nuevo, vida nueva. Un año de cambios en mayúsculas. El cervatillo al que le temblaban las piernas sin dejar de sonreír tuvo que aprender a hacer malabarismos. Con una mano, malabarismos económicos. Con la otra, malabarismos de gestión del tiempo. Y mientras lanzaba ambas pelotitas al aire, malabarismos con la vida. 

Al principio se me caía todo, pero poco a poco fui dominando la técnica y, con el estrés al cuello, le pillé el truco. Ya llevaba unos meses ensayando antes de verme obligado a hacerlos cada vez con menos fallos. Llegó el día de la gran actuación y todo salió según estaba previsto. Corrió la voz y hasta vino a verme gente desde muy lejos, y encima no podía usar los brazos para secarme las lágrimas. Muy lejos también ese día estaban mis ojitos brillantes, esperando un mensaje de todo ha ido bien. Y llegó. Y por fin pude salir corriendo a comprar ese girasol imperfecto, ese que buscaba el oeste antes del atardecer porque decía que lo más bonito de esa puesta de sol empezaba ahora.

Hace falta un corazón bien grande para compensar el enorme peso que este año han tenido las cosas malas. No es necesario esperar cinco minutos antes de la cuenta atrás para hacer balance de lo bueno y malo. Porque yo tengo muy claro qué ha sido lo mejor que me ha pasado este año y brilla tanto que relativiza todo lo demás. Brilla tanto que lo puedo ver desde muy lejos, incluso en los días que me levanto hundido. Brilla tanto que cuando cierro los ojos sigue aquí. Brilla tanto que pienso acabar el año abrazado a él.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Pon una planta en tu vida

Qué bonitas tienen siempre las plantas en la floristería. Todas ahí bien expuestas, luciendo sus mejores flores, sus verdes más intensos, sus olores más buenos. "Elígeme a mí", te dice ese ciclamen blanco inmaculado. "Yo te duraré más", responde el geranio rojo de toda la vida. "Yo te aguantaré mejor con menos cuidados", te dice una aparentemente aburrida planta sin flor. Como la vida misma, cada una intenta venderse como mejor puede. Satisfacción inmediata, fidelidad longeva, dar mucho a cambio de poco. 

Las plantas del escaparate saben que hay mucha gente que ante la indecisión pueden llevarse a las tres a casa, pero aún quedan algunos clientes que van a darle vueltas y vueltas hasta llevarse sólo una, para ver qué tal. "A esta sólo la tienes que regar cuando veas que la tierra está seca. No la riegues mucho, o la ahogarás", te advierte la tendera cuando crees haber elegido. Unas se marchitan si no les das suficiente cariño, otras se agobian si les das demasiado. Qué difícil es que tus plantas hagan buena cara.

Hay muchas dispuestas a dejarse querer, pero cuesta dar con una que te quiera de verdad. El amor es algo muy subjetivo, también en el mundo de las plantas. Cada combinación es un juego de equilibrios, una partida al Operación. Un paso en falso y se enciende la bombilla roja. Pero si tiene los balcones llenos de plantas, seguro que tiene el corazón lleno de cariño. Dale tú también un poco y verás cómo va creciendo y echando flores nuevas. Flores que cuando aún estaba en la estantería de la tienda no había tenido tiempo de mostrar.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Cómo me enamoré de tu gata


Como en toda primera cita gatuna que se precie, el día que te conocí empezaste a olisquearme. Acerqué mi nariz a tu hocico para saludarte y enseguida fuiste a analizar cómo olían mis zapatillas y mi mochila. Esperabas que el tío este por fin te ofreciera de comer algo de pavo, por eso no tardaste en hacerme la croqueta y demás monerías a mi paso. Me conquistaste casi tan rápido como tu dueño.

Unos cuantos meses después puedo decir que hemos empezado a entendernos. Más o menos. Ya no me muerdes tanto ni me das tanta alergia y yo a cambio no te levanto mucho del suelo e intento darte una chuche cada día. Por las noches respondes a mis miaus y hasta me traes tu ratoncito de juguete para que te lo lance. "Momiji, eso lo hacen los perros". "Miaus", me contestas dando un golpecito al ratón con tu hocico, como diciendo "venga, tíramelo otra vez".

Por las mañanas, en cambio, no hay quien te arranque una respuesta. Ni gritando tu nombre por el pasillo te dignas a abandonar el respaldo del sofá, ese que estás deformando porque, acéptalo, te estás poniendo regordeta. Me acerco, te llamo una vez más y lo más parecido a una respuesta es tu mirada de indiferencia. "Me voy al súper, Momiji". Ni caso.

Pero cuando llega la mañana en que me vuelvo a Barcelona, te encuentro tras la puerta del dormitorio esperándome. Miaus, miaus. Me sigues al baño, me sigues a la cocina, te refriegas en mis pies mientras me tomo apresurado el café y metes tu cabecita en mis zapatillas cuando intento calzarme. Incluso me acompañas a la puerta de la calle. Como si en lo más profundo de ti supieras que no nos vamos a volver a ver en unas semanas. Como, sin decirlo, me quisieras demostrar cuánto vas a echarme de menos. Como si fuera tu forma de decir "yo también te quiero". Porque yo te quiero, Momiji. Miaus.

miércoles, 15 de octubre de 2014

On a Night Like This

El pop llegó a nuestras vidas con una misión: emocionarnos. Nos emocionamos bailando nuestras canciones favoritas en un concierto, nos emocionamos identificándonos con letras a veces excesivamente chochis, nos emocionamos recordando vivencias que quedaron marcadas a fuego con una canción. El pop es emoción, por mucho que a veces sea emoción de usar y tirar.

Anoche Kylie nos volvió a regalar un hit tras otro. Sin chorros de agua, sin salir volando, sin fuegos artificiales, sin grandes efectos especiales pero con mucha proximidad. Era casi como tenerla cantando en el salón de casa. Como si le hubiéramos dicho "Kylie, amiga, vamos a cantar juntos lo que nos gusta" y ella obedeciera. Al igual que en Madrid el lunes, ella flipaba de que todo el estadio cantara sus canciones. Quizá tras 27 años no sepa todavía que el pop es aún mejor en compañía.

Porque sí, cantar a grito pelado Your Disco Needs You en una lucha de caderazos, bailar Hand on Your Heart dándolo todo con tus amigos, intentar hacer un buen vídeo de Need You Tonight para compartir con alguien a quien echas de menos o incluso dejar de ir a buscar una cerveza durante la aburridísima Beautiful fueron momentazos que no vamos a olvidar. Más todavía habiendo acabado la noche pedaleando hacia tus brazos bajo la lluvia. On a night like this I wanna stay forever.